Me llamo Manuel, pero ya que me estáis leyendo, podéis llamarme Lolo.
Nací un 28 de Agosto. Soy negro y no me afeito y eso que tengo mucho pelo pero me gusta así. Me encanta salir a pasear y hacer amigos, correr por el campo y mordisquear aquello que me parece interesante…
De repente, aparece en medio de tu vida, en mitad del pasillo de tu casa: Un perro.
En un principio te encanta la idea y a partir de ahí, comienzas a pasar por una serie de etapas.
En primer lugar sientes como “ese bicho con pelos” está invadiendo tu territorio, encuentras tus zapatos preferidos destrozados a mordiscos, empiezas a colocarlo todo a una altura determinada y lo que es peor: La mayoría de los rincones de tu casa comienzan a convertirse en una especie de ¿BAZA? ¿Retrete? Y entonces comienza el baile de los periódicos, de la correa, el cepillo, la comida, el veterinario y el paseo. De ¡eso no!, ¡siéntate! ¡no muerdas eso!.
En fin, una marabunta de cosas nuevas para tí que despiertan tu instinto más asesino…
Y de repente, en medio de esa marabunta, en mitad del pasillo de tu casa, aparece una mirada casi humana… te diluye… Y entonces todo cambia: Tu espacio no es invadido, es compartido, ya no tienes miedo de quedarte sola en casa, tus zapatos preferidos no eran tan bonitos, tienes baldas para colocar tus cosas fuera de peligro y además, ante un rincón como una baza, siempre estará disponible una fregona.
Con todo esto deciros: ¡Pon un Lolo en tu vida!
Da igual que sea un perro, una gallina o una persona. Cualquier excusa es buena para permitirnos que salga esa ternura que nos hace fuertes.
Un abrazo.
Elena Coelho
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