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viernes, 20 de marzo de 2009

Blancanieves, el príncipe valiente y el castillo de oro

Había una ver una princesa y se llamaba Blancanieves que vivía en un castillo de oro. Pero no era feliz porque una bruja la había encantado.

El padre dijo al pregonero que leyera un pregón porque ponía: “En nombre del Rey, que se presenten los muchachos más valientes del reino para pasar unas pruebas y curar a la princesa. El que lo consiga se casará con la bella Blancanieves”.

Llegó uno que era feísimo y mocoso, con bultos en la nariz que no consiguió alcanzar la puerta del castillo porque la bruja le iba poniendo trampas y sapos por el camino. Otro era enano y bizco, con un pendiente en la nariz, que no sabía montar a caballo, se fue andado: tampoco llegó a la puerta porque la bruja le empujaba a un río.

Después de muchos pretendientes se presentó el príncipe Valiente, que era muy guapo, con ojos azules, pelo rubio y rizado, con sonrisa en los labios y muy generoso con los pobres porque daba muchas limosnas. Además era inteligente y después de muchas peripecias logró coger la varita que la bruja había robado y así tocar la puenta del castillo.

Con la varita del hada desencantó a la princesa y así pudo casarse con ella. La princesa, por fin, sonrío y los dos fueron muy felices en el castillo de oro. Tuvieron dos hijos que se llamaron Rodolfo y Blancaflor.

Katia

jueves, 18 de diciembre de 2008

Un ángel de cristal


Queridos lectores:

Ya falta poco, en que llegue la Navidad, recuerdo cuando era pequeña me encantaba poner el arbol de Navidad con sus bolas de colores junto a mi madre, mientras que mi padre estaba junto a nosotras, era feliz y me gustaban mucho las Navidades, cenando todos juntos. Mi favorito era Papá Noel, pero los Reyes Magos no me hacían mucha gracia, ya ves, cosas de niños.

Hasta que un año la Navidad se convirtió para mí entre mis ojos lágrimas, mi corazón se puso triste porque mi papá se fue al cielo junto a las estrellas para siempre. Sin despedirse de mí, no sé por qué, aquellas Navidades no me dieron ninguna explicación de que se habían llevado a mi padre para nunca verlo, abrazarlo, ni siquiera para darle mi cariño, mis besos como hija que soy.

Hoy ha pasado 12 años, veo ya la Navidad de otra forma, como si fueran fiestas sin ser Navidades, me diréis "Qué egoista eres", ¿No?. Pues no. Así me siento bien para que mi familia no se preocupe por mí, recuerdo a mi padre todo el año pero se fue en Nochebuena al cielo. Todos los días recuerdo y hablo con mi padre, para mi es un "Angel de Cristal", como Ángeles, la chica de Camela, que canta y le dedica una canción a su abuelo que también está en el cielo.

Bueno, espero que os haya gustado mi relato, un saludo de Beatriz.

martes, 18 de noviembre de 2008

Una historia del padre de Alberto

Me contó un día una historia muy bonita el padre de Alberto, Edward.

Su abuelo vivía en América. El padre de Alberto le contó su abuelo que era un niño todavía que vivía en Michigan, en una granja que tenía caballos. Y les robaron un caballo los indios, y el padre del niño fue a por él y el niño fue a buscarle y le encontró. El niño les dijo a los indios que habían cogido un caballo suyo y los indios le preguntaron cuál era. Y el niño le dijo: "Ese de ahí", le dijo al indio. Y le dijeron que cogiera el caballo.

Fue a casa y le contó a su padre que los indios eran buenos. Y dijo al niño: "¿Tú cómo has hecho eso?, y dijo el niño al padre que le había dicho la verdad.

A la memoria del padre de Alberto.

Katia