El padre dijo al pregonero que leyera un pregón porque ponía: “En nombre del Rey, que se presenten los muchachos más valientes del reino para pasar unas pruebas y curar a la princesa. El que lo consiga se casará con la bella Blancanieves”.
Llegó uno que era feísimo y mocoso, con bultos en la nariz que no consiguió alcanzar la puerta del castillo porque la bruja le iba poniendo trampas y sapos por el camino. Otro era enano y bizco, con un pendiente en la nariz, que no sabía montar a caballo, se fue andado: tampoco llegó a la puerta porque la bruja le empujaba a un río.
Después de muchos pretendientes se presentó el príncipe Valiente, que era muy guapo, con ojos azules, pelo rubio y rizado, con sonrisa en los labios y muy generoso con los pobres porque daba muchas limosnas. Además era inteligente y después de muchas peripecias logró coger la varita que la bruja había robado y así tocar la puenta del castillo.
Con la varita del hada desencantó a la princesa y así pudo casarse con ella. La princesa, por fin, sonrío y los dos fueron muy felices en el castillo de oro. Tuvieron dos hijos que se llamaron Rodolfo y Blancaflor.
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