miércoles, 6 de mayo de 2015

La casa de mis abuelos


  Después de 25 años esperando a que se cumpliera mi sueño en realidad de ir al pueblo de mis abuelos paternos, quería ir a ver la casa de mis abuelos y a recorrer el camino que se podía llegar a la casa de mis abuelos. Pero ha cambiado mucho Miengo, y no lo encontrábamos. Entonces nos bajamos a tomar un café, porque fui también con mis amigas Carmen, Mercedes, Katia y Eva, con Juanjo. Nos fuimos al bar, me quedé un poco triste, pero ¿Qué le iba a hacer?. Al tomar un café a un señor muy majo le preguntamos y nos indicó el camino, porque conocía a mis abuelos y a mis tíos. Entonces me puse contenta, y me dijo Juanjo que ahora íbamos, y le di las gracias al señor, que no le conocía ni él a mí.

Y fuimos, y me bajé de la furgoneta y recordé la casa, por cierto, está muy bonita, pero cambiada, y me sentía muy feliz porque en mi mente lo veía todo: a mis abuelos, a mis padres, a mi tía, cuendo yo empezaba a andar, a hacer gimnasia por mi cuenta, a chutar al balón, que me caía muchas veces y me ensuciaba las manos y las rodillas, y cada vez que me ensuciaba iba al baño a lavarme, y mi abuela me decía que era muy limpia. Y allí también hacia rehabilitación por mi cuenta. No paraba quieta: Entraba, salía, jugaba a las muñecas, y andaba por alrededor del coche de mi padre mientras que echaba una siesta. Pero yo intentaba no despertarle.

Y siempre tenía la manía de irme detrás de la casa. Había sombra y corriente, y me decían: "No vayas por allí, que coges frío porque hay corriente". Pero yo no hacía caso, me tumbaba en la hierba en todo lo húmedo, y me tenían que reñir porque me ensuciaba todas las rodillas de verdín. Y una vez ensucié los pantalones y mi madre me puso en casa a frotar los pantalones en la bañera.

Beatriz

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