
Me dijo que con esas esposas cuando él iba a llevar presos en los trenes se las ponían en las muñecas de las manos para que no se escaparían, llevaba presos a Palencia o a Burgos. Y las esposas las dejaba en casa, a mí me hacía ilusión verlas hasta que un día que no estaba mi padre en casa las cojo y me las puse en las manos y cerré el seguro, pero luego no podía quitármelas y me puse a llorar. Estuve toda una mañana con ellas puestas porque no podía quitarlas, estuve con ellas puestas hasta que vino mi padre, que tenía las llaves y me las quitó con una llave que tenía él. Cuando me vio con ellas puestas me riñó, me dijo que no se cogían esas cosas.
Pero a mi me hacía ilusión y me gustaba ponerlas, luego no me las puse más.
Lorenzo.
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