
Quiero contarte una historia. Todo empieza en 1975. Una niña pequeña, de 5 años, aparece en tu vida y tú en la suya. Sabías muy bien lo que ella necesitaba para mejorar cada día. Esa niña, en su mentalidad infantil, no alcanzaba a comprender por qué hacías las cosas.
Sólo con el paso de los años, cuando me fui convirtiendo en adolescente, he sido capaz de darme cuenta de lo mucho que significas para mí. No sólo hablo de lo que conseguimos trabajando juntas. Fran, he tenido la gran suerte de conocerte. Me abriste las puertas de tu hogar, me hiciste sentir parte de tu familia, como uno más. No podré olvidar nunca que me brindaste tu apoyo, cariño y amistad. Has sido y sigues siendo mi confidente, en momentos de encrucijada. Mi consejera, en una palabra, amiga. Conoces mi historia no sólo en el terreno profesional, sino que te implicaste en mi vida familiar hasta el punto de apoyarnos a todos en momentos muy delicados.
El día que me avisaron para participar en el cocktail, me sentí muy contenta porque tú te mereces eso y mucho más. Ese acto fue la manera que muchos tuvimos de darte las gracias por todo lo que has hecho en tu vida por todos aquellos que, a lo largo de los años, hemos tenido ocasión de comprobar tus grandes valores humanos, de los que yo destacaría uno de modo muy especial en tu manera de ser, Fran, y no es otro que tu perseverancia. Juntas hemos pasado cosas que sólo nosotras sabemos y que pertenecen a nuestra intimidad. Pero hay algo de lo estoy completamente segura. A ti te debo gran parte de lo que ahora soy.
Por cosas de la vida, dejamos de trabajar, pero yo puedo decir que a pesar de ello, mantenemos el contacto desde el año en el empieza esta historia. Fran, si tuviera que definir lo que siento en una frase, esta sería "Gracias por estar siempre a mí lado".
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